Una vez llegados a Sol, nos reunimos
toda la delegación del IES Severo Ochoa, con representación de jefatura de
estudios incluida, y nos dirigimos hacia el IES Santa Teresa de Jesús, en cuyas
aulas tendrían lugar los debates del Torneo. Ya dentro del instituto, recogimos
nuestra documentación y esperamos a que nos llegara la hora. Los pasillos de
aquel lugar estaban repletos de alumnos llegados de todos los rincones de la
Comunidad de Madrid; algunos de traje y corbata; otros de camiseta y vaqueros,
pues aquella tarde lo que realmente contaba era nuestra capacidad de exponer, argumentar
y concluir. Mientras nos preguntábamos por qué no tenemos en el Severo un
ascensor del siglo pasado que no funciona, observábamos a los contrincantes,
buscando a los dos institutos a los que habríamos de enfrentarnos. Finalmente
llegó la hora, y en un silencio tenso entramos en el aula y nos preparamos para
nuestra actuación. Ambas carpetas sobre la mesa, listos para ponernos a favor o
en contra en cualquier momento. La capitana del equipo, Victoria, se levanta y
escoge sobre. Primer debate: posición en contra. Las primeras intervenciones
son tensas, pues para ambos equipos es la primera vez. Poco a poco el aire se
va relajando y donde antes hubo nervios, ahora nos invade una extraña calma
competitiva; el ambiente ideal para un buen debate. Argumentos e ideas vuelan
de aquí para allá en un duelo por saber quién conseguirá convencer al juez, que
desde el centro de la sala observa y apunta. Cuarenta minutos de debate y
nuestra primera intervención en el torneo ha llegado a su fin.
Salimos del aula con una sonrisa de
oreja a oreja: qué buena sensación teníamos en el cuerpo. Habíamos puesto en
práctica todo aquello que durante tanto tiempo habíamos trabajado en el equipo.
Eufóricos, comentamos entre nosotros el transcurso de nuestra primera batalla
dialéctica oficial, nos felicitamos entre nosotros y, por supuesto, agradecimos
al equipo contrario por su presencia y su esfuerzo. Con los motores calientes,
entramos de nuevo al aula con más ganas que nunca de seguir debatiendo. Nuevas
ideas aparecían constantemente en nuestras cabezas; estábamos preparados para
debatir de nuevo, más y mejor.
El
segundo debate estuvo más equilibrado que el primero, el equipo contrario
estaba muy bien preparado y el tono competitivo se notaba más que nunca. A
pesar de ello, nuestro equipo contaba con la buena relación, y este apoyo fue
una pieza clave para posicionarnos en uno de los primeros puestos del ranking.
El día como debatientes se dio por finalizado, y decidimos ponernos camino del
tren ya que se acercaban las ocho de la tarde y había sido un día largo e
intenso. Hicimos una parada en medio de la calle Preciados, para inmortalizar
ese momento de satisfacción personal en una foto.
La conversación sobre la transmisión
de valores no paraba de fluir, a pesar de que el día había finalizado. Cogimos
el tren, y nos pusimos rumbo Alcobendas. Una vez en casa, nos metimos repetidas
veces en la plataforma virtual del TED para saber cómo nos habíamos
posicionado: de ochenta equipos en total, solo dieciséis pasarían a la final.
La espera se hizo eterna, ya que no supimos nada hasta cuatro días más tarde. A
pesar de nuestro grandísimo esfuerzo, no conseguimos clasificarnos para la
Final del gran debate. Nuestra formadora Pilar, a su pesar, nos envió un email
con sabor amargo: nos habíamos quedado a un punto de la ronda final. La
decepción fue inefable, pero los buenos momentos y todo lo aprendido durante
los tres meses de preparación fue algo que nadie nos arrebatará nunca:
perseverancia frente a las adversidades y fuerza para conseguir los propósitos,
una de sus grandes enseñanzas filosóficas y vitales ¡Nos vemos el próximo año
TED!
El equipo
de debate
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