5 jun 2013

NUESTRA PARTICIPACIÓN EN EL TORNEO ESCOLAR DE DEBATE DE LA CM

El jueves 18 de abril no fue un jueves cualquiera, sino un día para recordar. Como cualquier otro día, tocaba ir a clase, pues el evento que se llevaría a cabo aquella misma tarde no implicaba perder clase. A segunda hora de la mañana, el último ensayo. El aire que se respiraba en clase de filosofía era tenso pero a la vez calmado, pues tras numerosos ensayos los miércoles a séptima hora y después de la jornada de formación, estábamos listos para darlo todo en los debates. El resto de clases transcurrió con normalidad, de aquí para allá, con cierto ajetreo, pero siempre con una parte de nuestra concentración puesta en el Torneo de Debate. Rápidamente dieron las cuatro de la tarde, y nos reunimos todo el equipo en la estación de Renfe de Alcobendas con nuestra preparadora, Pilar. En el tren, que habría de llevarnos a la Plaza del Sol, tuvo lugar el último “briefing” y el reparto de carpetas con tinta corrediza; papeles y gráficas; citas y argumentos de multitud de autores; posición a favor o en contra; familia o escuela.

Una vez llegados a Sol, nos reunimos toda la delegación del IES Severo Ochoa, con representación de jefatura de estudios incluida, y nos dirigimos hacia el IES Santa Teresa de Jesús, en cuyas aulas tendrían lugar los debates del Torneo. Ya dentro del instituto, recogimos nuestra documentación y esperamos a que nos llegara la hora. Los pasillos de aquel lugar estaban repletos de alumnos llegados de todos los rincones de la Comunidad de Madrid; algunos de traje y corbata; otros de camiseta y vaqueros, pues aquella tarde lo que realmente contaba era nuestra capacidad de exponer, argumentar y concluir. Mientras nos preguntábamos por qué no tenemos en el Severo un ascensor del siglo pasado que no funciona, observábamos a los contrincantes, buscando a los dos institutos a los que habríamos de enfrentarnos. Finalmente llegó la hora, y en un silencio tenso entramos en el aula y nos preparamos para nuestra actuación. Ambas carpetas sobre la mesa, listos para ponernos a favor o en contra en cualquier momento. La capitana del equipo, Victoria, se levanta y escoge sobre. Primer debate: posición en contra. Las primeras intervenciones son tensas, pues para ambos equipos es la primera vez. Poco a poco el aire se va relajando y donde antes hubo nervios, ahora nos invade una extraña calma competitiva; el ambiente ideal para un buen debate. Argumentos e ideas vuelan de aquí para allá en un duelo por saber quién conseguirá convencer al juez, que desde el centro de la sala observa y apunta. Cuarenta minutos de debate y nuestra primera intervención en el torneo ha llegado a su fin.

Salimos del aula con una sonrisa de oreja a oreja: qué buena sensación teníamos en el cuerpo. Habíamos puesto en práctica todo aquello que durante tanto tiempo habíamos trabajado en el equipo. Eufóricos, comentamos entre nosotros el transcurso de nuestra primera batalla dialéctica oficial, nos felicitamos entre nosotros y, por supuesto, agradecimos al equipo contrario por su presencia y su esfuerzo. Con los motores calientes, entramos de nuevo al aula con más ganas que nunca de seguir debatiendo. Nuevas ideas aparecían constantemente en nuestras cabezas; estábamos preparados para debatir de nuevo, más y mejor.
El segundo debate estuvo más equilibrado que el primero, el equipo contrario estaba muy bien preparado y el tono competitivo se notaba más que nunca. A pesar de ello, nuestro equipo contaba con la buena relación, y este apoyo fue una pieza clave para posicionarnos en uno de los primeros puestos del ranking. El día como debatientes se dio por finalizado, y decidimos ponernos camino del tren ya que se acercaban las ocho de la tarde y había sido un día largo e intenso. Hicimos una parada en medio de la calle Preciados, para inmortalizar ese momento de satisfacción personal en una foto.


La conversación sobre la transmisión de valores no paraba de fluir, a pesar de que el día había finalizado. Cogimos el tren, y nos pusimos rumbo Alcobendas. Una vez en casa, nos metimos repetidas veces en la plataforma virtual del TED para saber cómo nos habíamos posicionado: de ochenta equipos en total, solo dieciséis pasarían a la final. La espera se hizo eterna, ya que no supimos nada hasta cuatro días más tarde. A pesar de nuestro grandísimo esfuerzo, no conseguimos clasificarnos para la Final del gran debate. Nuestra formadora Pilar, a su pesar, nos envió un email con sabor amargo: nos habíamos quedado a un punto de la ronda final. La decepción fue inefable, pero los buenos momentos y todo lo aprendido durante los tres meses de preparación fue algo que nadie nos arrebatará nunca: perseverancia frente a las adversidades y fuerza para conseguir los propósitos, una de sus grandes enseñanzas filosóficas y vitales ¡Nos vemos el próximo año TED!

El equipo de debate

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